Presentamos esta partida de Roldeado, que ha jugado a D&D 5ª Edición publicado por Wizards of the Coast.
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Recordamos que las bases la podéis encontrar aquí.
Introducción
Material utilizado:
- D&D 5ª Edición. Guía del Dungeon Master.
- D&D 5ª Edición. Manual del Jugador.
- D&D 5ª Edición. Manual de Monstruos.
- Oráculo: Scarlet Heroes.
- Material adicional:
- Solo Adventure´s Toolbox.
- Story Cubes
Formatos utilizados:
Material en físico y digital.
La historia se ha recogido a la antigua usanza: pluma y libreta. La redacción se ha acompañado con dibujos y mapas hechos a mano. Posteriormente, se pasó a digital con una aplicación “Escribir por voz”.
Notas:
Se utilizan diferentes abreviaturas a lo largo de la historia:
- PD: Puntos de daño.
- PG: Puntos de golpe.
- Y: Turdek Bocanegra (“Yo”, protagonista)
- T: Trulo
- Los diferentes monstruos se designan con la inicial de su nombre. Por ejemplo: G = Gnoll
Modo de juego:
He optado por un modo de juego abierto en el que la historia se va definiendo con preguntas al oráculo, tablas de eventos y story cubes. No se ciñe a ninguna aventura creada.
A día de hoy la aventura no ha concluido por lo que se muestra tan sólo un fragmento de la misma.
Aventura
Desde hace tiempo siento que no estoy solo silbidos y risas se oyen en el bosque.
Lo que parecían ruidos aislados, ahora son carreras y conversaciones. Sin quererse de escuchados, lo son. Puede que sean pequeños goblins, alimañas o kóbolds, pero, muchos días han pasado desde los puros susurros. He de comprobar que hay ahí fuera y si está relacionado con los objetos que aparecieron cerca del río.
Aquellas piedras eran desconocidas para los enanos y por tanto para todas las razas. Duras y con un brillo del que se puede destilar la magia que rezuma tras cada destello.
Algunos dicen que son malignas y que por ello alteran el entorno. Después de un tiempo de verlas, comenzaron ciertos incidentes extraños, animales fuera de su lugar, avistamiento de monstruos y otras extrañezas.
Antes de seguir, he de presentarme. Mi nombre es Turdek Bocanegra y fui entrenado desde pequeño para definirme como clérigo y para picar la dura roca de la mina.
Mi padre siempre dijo que no sólo de libros se podía vivir y por ello persistí en el duro trabajo manual.
Después de muchos años, incorporé el hacha y el martillo a mi vida con el objetivo de ir más allá de la dura oscuridad de la mina. Siempre quise saber qué hay más a allá de mi aldea, lo que me ayudó a lanzarme en busca de misterios sin resolver como el que me ocupa.
Movido por la fuerza que Gorkin (mi Dios) me da, seguí su camino convirtiéndome en un clérigo de prestigio. Las diferentes aventuras que tuve me marcaron física y mentalmente con cicatrices que no pueden borrarse. Algunas de estas cicatrices quedan tapadas por mi frondosa barba pelirroja que porto con orgullo. Mi barba apoya sobre mi pecho: fuerte, fornido y cubierto por una cota de malla que, aunque pesada, me protege de las posibles incidencias en mis viajes. En mi mochila llevo una cota de malla más ligera de la que puedo hacer uso si el sigilo es necesario.
La verdad y el honor siempre han sido mis pilares y entorno los que he girado siempre.
Y esta es una de las ocasiones en las que tengo que demostrarlo de nuevo. Necesito saber qué ocurre y quién o qué puede estar detrás de estos sucesos.
Siguiendo el río me adentro en el bosque frondoso. No se observa nada físico, pero si un aura extraña. Los animales están alterados.
Más aún cuando me acerco a la entrada de la cueva «sombría» donde el silencio reina. Aquí donde no nos adentramos temiendo lo que oculta. Siembre hemos sabido que nos somos bienvenidos. O donde no nos atrevíamos…
Una vez dentro de la cueva, el ruido es demencial. La luz va mermando, menos mal que la oscuridad no es un problema para mi visión. Parece más profunda de lo que pensaba, menos mal que cogí en casa mi kit básico de supervivencia:
2 antorchas, 15 metros de cuerda, comida para 2 días, herramientas básicas, un yesquero y otras minucias varias. Y, sobre todo, ha Seguridad (mi hacha de mano) y a Confianza (mi martillo).
Aunque es imposible saberlo, mi experiencia como minero, el dolor viciado del aire y el retumbar de mi voz me indican que me encuentro en una mazmorra de tamaño medio.
No hay guardias, ni nada me indica que se encuentra habitada, aunque todo parece en calma en la entrada, el ruido no ha desaparecido.
Acomodo mis ojos y en la negrura distingo una puerta de madera tosca y medio carcomida. No rebosa magia. Mi primer intento es forzar la cerradura, no soy un pícaro, pero…algo sé hacer. No cede ni un poco y además rompo la ganzúa. Definitivamente no es mi mejor habilidad. Habrá que pasarla con Confianza. Levanto el martillo y en el primer impacto astillas saltan por doquier. Ha sido fácil.
Tras la puerta, me encuentro con una sala vacía, sin puertas ni cavidades. ¡La caverna no puede acabar aquí! Buscaré a fondo.
Palpando la pared, descubro una pequeña rendija. Uso mi fuerza para presionar, golpear, tirar, pero no cede. Apoyado contra ella y mediante un pequeño deslizamiento noto como se abre ante mí una entrada sin límites, en la que no distingo con la luz tenue qué hay más allá.
Recorro sin dudarlo unos pasos más y con la ayuda de una llama casi extinta que alguien encendió (no estoy sólo entonces), vislumbro una escalera a unos cien pies de distancia.
Transcurridos setenta y 5 pies, algo se mueve en el pasillo. Entorno mis ojos y veo…
- “¡Un compatriota!”
Mi rápida memoria nos dice que hemos coincidido en Berlín (nuestra aldea). Esta herido y débil. Con unos cuarenta años, barba negra poblada y un brazo en un ángulo extraño. Sin duda roto o dislocado.
- «¿Qué ha pasado muchacho? «
TRULO, así es como se llama, se adentró buscando fortuna (qué paradoja). No recuerda nada más que ruidos a su espalda antes de un fuerte golpe en el brazo que le hizo perder el conocimiento. Desgraciadamente batallas, duelos y guerrillas le hicieron estragos en la visión de uno de sus ojos. Sin embargo, posee una vista innata en su ojo sano.
Le pregunto si puede andar. Parece que sí y después de detallarle mi objetivo, decide acompañarme. Con un propósito totalmente diferente: el tesoro y la aventura le llaman.
- «No tengo nada que perder” exclama.
El final, el pasillo se bifurca y podemos distinguir ruidos de enemigos al norte y ausencia de ellos al sur. Debido el brazo roto, optamos por el pasillo sur, teniendo especial cuidado para que no noten nuestra presencia. Sujeto mi cota de malla y consigo mimetizarme con el ruido ambiente (16) pero Trulo no es tan hábil (4). Tropieza con unos escombros y cae sobre su costado derecho sin poder amortiguar la caída. Pasos se acercan, nos han oído. Le levanto rápido y corremos pasillo abajo con los enemigos tras nuestros talones.
Somos más rápidos (16 vs 11), debido a nuestra experiencia en minas y batallas no damos pasos en falso. Sin embargo, tenemos que deshacernos de ellos.
- “¡Hay una oquedad en el pasillo! Pero demasiado alta para nuestras piernas enanas.! ¡Aúpame!”
Aún con solo un brazo (15 + 4) me lanza y consigo subir “¡No me abandones!” grita Trulo. Lo agarro de su único brazo sano, pero (7) resbala. El enemigo está a unos 40 pies. Rápidamente vuelvo a engancharle para (8 + 4) pero el resultado es el mismo. Necesito algo de su parte (enemigo a 30 pies) (11 + 4)
- “¡Te tengo!”
Mientras sube, vislumbro a los enemigos en las sombras a 20 pies. Debido a la posición elevada podemos asomarnos sin ser vistos.
- “¿Qué era eso?” “¿Habéis visto quienes eran o qué eran?” Pregunta una figura abajo en las sombras. En un primer vistazo logramos distinguir su cola y dientes afilados.
Vemos tres kóbolds. Parece que no nos han visto.
Kobolds en esta mazmorra, esos adoradores y siervos de dragones. Esperamos que solo se hayan internado erróneamente en la mazmorra.
La pequeña oquedad resulta ser un pequeño pasillo de unos 30 pies de longitud que termina en unas escaleras descendentes. Avanzamos por el pasillo vacío hasta la escalera y decidimos descender a un paso de 5 pies de ancho aparentemente vacío, que nos conduce a una sala en la que reina la penumbra.
Como buen enano de las colinas, puedo ver en la oscuridad simplemente entornando los ojos, muchos años en la mina
- “¡Vamos!” grita Trulo que parece tener más visión con un ojo que yo en 2.
20! Algo llama la atención, la sala no está vacía. Aquí hay algo, pienso mientras que una pequeña piedra cae sobre mi cabeza.
- “¡El techo se está hundiendo! ¡Has pisado la trampilla accionadora!” me grita Trulo
Rápidamente reviso la estancia, no hay puertas, pero sí un pequeño agujero. No cabemos los dos (10) pero si pudiésemos agrandarlo… saco mi martillo y descargo un fuerte golpe (¡20!) que destruye parte de la pared. Saltamos sin pensarlo dos veces mientras el estruendo del derrumbe invade la sala.
Ahora la sala queda expuesta desde el nivel superior a unos cuatro pies. No vemos qué hay ahí arriba.
No hace falta ya que junto al sonido del metal vemos dos cráneos partidos que se asoman al agujero. Armados con su espada corta nos señalan y se agitan. Suerte de nosotros que no llevan arco (7) o estaríamos ensartados. Siento alivio al ver que no se precipitan contra nosotros (¡1!). Parece que la distancia es demasiado grande para un salto, además, estamos atrapados, ¿no? La única salida es subir.
Sin siquiera pensarlo, agarro a Seguridad y con un giro acrobático del lanzamiento (¡20!) reviento su filo contra el primer cráneo (10 PD) que cae contra la tierra seca y fría. Uno menos.
En un intento de héroe, Trulo coge su daga y parte una cuerda para crear un lazo prieto pero móvil, lo lanza intentando atrapar al esqueleto. Aunque va en la dirección correcta, la cuerda pasa de largo (7) y para más inri, el nudo se deshace (3-1).
Furioso, se revuelve el esqueleto, pero al contrario de lo esperado, no salta (7) sino que desaparece de nuestra visión.
- “¡Ahora o nunca!”
Trulo comienza a subir (11) con una agilidad propia de un goblin. Para mí es más sencillo (12+4).
Levantamos la mirada en el borde y vemos una sala de tamaño medio donde el esqueleto discute con un igual al que intenta arrebatarle el arco ¡a saber con qué intenciones!
No nos han visto subir. Haciendo el menor ruido posible avanzamos hacia unos escombros (Y: 12; T:16; pasiva 9) Veremos cómo termina. No cede el arco, pero sí que le acompaña hacia el agujero con el arco en la mano. Ambos se asoman al borde, lo que nos da la oportunidad perfecta.
- ¡Por los dioses!”
Corremos con todas nuestras fuerzas (Y:12+4; T:8+4; Esqueletos: 11+4) para impactar cada uno a uno de los esqueletos. Logro impactar al mío que cae al piso inferior (PD:6; PG:7). El otro resiste tibiamente, pero cede con un poco más de insistencia (PD: 4; PG:9). El júbilo nos invade.
Recuperó mi hacha de mano y después de varios intentos de dejar inconscientes a pedradas a los esqueletos, desistimos (Y:3, T:3). Somos buenos picando piedra, no lanzándola.
La nueva sala tiene forma rectangular y 5 puertas de madera pueden verse gracias a las antorchas con las que está iluminada (16). Decidimos tomar una cada uno por lo que pueda pasar. Cuando dirigimos la vista al fondo vislumbramos una criatura que canta con melancolía una bella melodía. A pesar de mi buena vista no logró captar su esencia… ¡enseguida sé por qué! ¡es un espectro!
La luz de la antorcha se filtra tras su cuerpo y es difícil verle ya que permanece en la oscuridad de la sala. Cuando logra vernos, parece asustado y reacciona con cautela.
- “Tranquilo” parece que nos entiende. “¿Qué eres?”
- “Un bardo fui”
Después de unas pocas preguntas, nos cuenta como tras su muerte, se refugió en esta mina para poder cantar en paz junto al eco de su voz. No sabe qué ha ocurrido en la mina como sí que está tomada por diferentes criaturas que llegaron repentinamente. Además, nos da una información clave, la que reina sobre las demás es un minotauro.
Le preguntamos si quiere acompañarnos, pero vacila y nos pregunta nuestro propósito.
- “Ayuda para el pueblo” digo
- “¡Y dinero!” grita Trulo.
Parece que le hemos convencido o que le da igual. Lo que nos indica claramente (7) es que no luchará si hay enfrentamiento.
Después de inspeccionar la instancia, vemos (13 + 3) un objeto que llama nuestra atención, parece mágico por el aura que lo rodea.
Examinando el grabado que tiene, parece propio de las creaciones humanas. El pequeño frasco posee una poción que reconozco rápidamente (16+3) [Poción de fuerza de gigante de las tormentas]. Trulo coge la espada de uno de los esqueletos y se dirige a la puerta de en medio para intentar abrirla, sin éxito (6). Probamos con otra y ahora sí consigue que haga clic, sin embargo, salta de dolor al pincharse con una aguja que sale disparada hacia él (3 PD). Aunque parece impregnada con alguna clase de veneno, no ha llegado a penetrar (15 vs 12).
Sabiendo que no somos bienvenidos, abrimos con cautela.
A pesar de la oscuridad casi total, el sonido de las pisadas errantes es inconfundible, un gnoll. Sus andares de chacal a dos patas nos indican que no sólo está furioso, sino también hambriento. En el umbral de la puerta nos quedamos mudos. (7 vs 9) Nos ha visto. Tan rápido como nos es posible, intentamos cerrar la puerta, pero la puerta se ha atascado (2). Tendremos que enfrentarnos a él. [Iniciativa: Y15, T10; G6]
Cargando movido por la fuerza de mi Dios, estrello el martillo contra su pecho (19 + 4; PD: 4). ¡Gurre! gruñe hasta que Trulo lo ensarta con su espada recién adquirida (19+3; PD3; PG8). Ahora sí que está furioso y lo hace notar levantando su lanza e intentando clavársela a Trulo (Desventaja 19;5). Suerte que somos dos y hago que desvíe su golpe. Al ver su golpe fallido, me dedica con rabia un mordisco que por poco me alcanza (17).
- “! ¡Trata de sujetarle!” (18 vs 15) y así lo hace Trulo.
Con ambas manos rodea al gnoll y lo abraza para inmovilizarle. Ahora soy yo el que empuña el martillo a dos manos y lo descargo sobre su cabeza de chacal (13+4; 16+4; PD:5; PG3).
Aun así, sigue en pie, pero, agarrado y aturdido…no nos servirá para obtener ninguna pista, rematémosle.
Hecho mano de mi hacha y con un simple tajo cerceno su cuello (¡20!; PD11; PG-8). El cuerpo inerte de la bestia cae a mis pies.
Parece que esta mazmorra está llena de sorpresas. ¡Vayamos a por la siguiente…!
CONTINUARÁ.