Ker Nethalas: Joren


A continuación, tenemos la partida de Joren que ha jugado a Ker Nethalas, publicado por HTPublishers.

Por último, recordamos que las bases la podéis encontrar aquí.


Partida

[Origen, maestrías, atributos; todo excepto los encuentros prefijados del Primer Dominio, son al azar, usando las tablas del juego]

Mi nombre es Joren, y me ejecutaron por blasfemia. Me cago en Dios…

Me entrené en la Orden de los Escudos Broncíneos con la intención de ser un baluarte para mi familia. Eso fue breve, sin embargo, pues los perdí a todos en la primera Gran Epidemia. Sus cuerpos fueron arrojados a Ker Nethalas junto a millares de otras víctimas mientras yo estaba de viaje en busca de una sociedad secreta llamada El Silencio.

Encontramos la secta, sin embargo uno de ellos me habló entre susurros y promesas que podía volverles a ver. ¿Quién no sucumbiría ante tal promesa? Fui un recluta fácil para la organización una vez me enteré de la calamidad que asooló mi pueblo. Ellos buscan algo que todavía no comprendo, ‘El Kerazi’… Supongo que ya no importa.

¿O tal vez sí?

[Sala I] Después de que la cuerda debiera partir mi cuello y de que mi cuerpo no se hiciera añicos al caer desde tal altura, con la voz ineludible, rasgada, y tal vez incapaz de hablar por el resto de mis días, me sorprendo a mí mismo vivo sobre una amalgama de cadáveres hinchados y putrefactos.

Estoy en Ker Nethalas, la necrópolis infinita. ¿Tal vez ‘El Kerazi’ me quiere aquí abajo? ¿Tal vez mi familia podría también seguir viva aquí abajo? Si sigo vivo, si tengo otra oportunidad, no la voy a desperdiciar. Si quiero sobrevivir a este infierno deberé derrotar al señor de estos dominios. Noto su presencia como si un millar de ojos me observaran desde cada sombra.

Recojo una antorcha medio consumida en la fría losa negra y me dispongo a avanzar por la oscuridad…

[Sala II] Siento cómo el ambiente se carga. La antorcha se va consumiendo, y no hay otra fuente de luz en estos laberínticos pasillos. (Tensión baja un dado). He llegado a una antigua sala de guardia. Está saqueada… excepto por este cadáver. Es reciente… Su asesino no ha saqueado el cuerpo… yo no seré tan ingenuo. Estoy desnudo, agotado e indefenso. Así que me pongo su ropa, recojo su rodela, daga y clava, y me dispongo a avanzar. Me ha parecido escuchar ruidos más adelante…

[Sala 1] (Uso numeración decimal para las salas generadas al azar, y la romana para las salas predefinidas en el Dominio) Este ser… parece que es el asesino del cadáver que he encontrado antes. Está devorando un brazo roído y supurante. Es una abominación, un cadáver putrefacto agujereado por huesos punzantes, sin labios pero unos irregulares dientes que muestran una sonrisa cruel y aterradora. Aquí se decidirá si soy digno de recorrer estos corredores, o si debería, en efeto, haber muerto tras la caída.

Recorro la sala y le embisto con mi clava, golpeándole en la pierna. El carnófago se abalanza contra mí, pero todavía estoy en buena forma, y salgo victorioso del forcejeo. Consigo, ahora que baja la guardia tras rechazarlo, golpearlo de nuevo en el brazo, que queda en una posición imposible. Intenta golpearme, pero está bastante dañado; puedo para el golpe con facilidad, y contraatacar con el golpe final, aplastándole el cráneo.

[Loot] Encuentro un poción todavía en su estuche. Debió pertenecer a un alquimista, pues se detallan sus efectos y la duración. Por lo visto sirve para mejorar mi forma física (+50 Atletismo). El pobre diablo que preparó el brebaje no pudo bebérselo antes de ser presa de estos monstruos…

[Sala III] (Oscuridad Creciente) El encuentro de antes, los opresivos muros negros, la antorcha que va menguando, y ver cómo el fatídico final se acerca me hacen entrar en un estado de nervios del que no me sé recuperar. Me tiemblan las manos y me va a costar montar el campamento cuando llegue el momento (-1 a Acampar).

En esta sala hay otro cadáver caliente… es un anciano. Tiene consigo varios pergaminos de fórmulas alquímicas que no puedo entender y un surtido de viales con ingredientes de cocina y herramientas que me podrían ser útiles. Pobre hombre, no lo consiguió… Que donde tú fallaste me alce yo victorioso. Lamento el saqueo. (+2 ingredientes, +10 suministros)

[Sala 2] Parece que hay dos guerreros aquí. He tenido suerte que las cuencas donde deberían estar sus ojos brillan con un fuego azulado, y he podido ver que son otros cadáveres andantes, horrores esqueléticos armados y, al verme, sedientos de sangre. Tras una batalla encarnizada que casi me cuesta la cordura, consigo derrotar al último de ellos.

[Loot] Uno de ellos llevaba unos guantes inmaculados. Irradian una tenue luz rojiza, podrían ser mágicos. Me los voy a llevar.

[Sala IV] Esto parece un templo abandonado a una diosa ya olvidada. Todavía quedan, sin embargo, resquicios de sus antiguos adoradores; ofrendas de valor nulo para mí ahora mismo… Excepto una vela por encender. La luz tintineante de la antorcha no es tan amenazadora, ahora.

[Sala 3] Después de perderme por los labrínticos corredores de la necrópolis, llego a una sala que parece haber sido bendecida hace tiempo, y que todavía conserva parte de ese poder. Mis manos dejan de temblar, la oscuridad parece disiparse ligeramente, y la esperanza inunda mi corazón.

[Sala 4] Unas oscuras enredaderas naces de las oscuras grietas en la sparedes y techo de esta sala. Parecen dar unos frutos oscuros. ¿Estaré suficientemente desesperado como para arriesgarme…?

No. Todavía conservo mi cordura.

[Sala 5] Otro carnófago me sorprende en esta oscura plaza. El combate es encarnizado, tal vez el primero estaba débil, pero este consigue herirme en la pierna. Consigo, sin embargo, tumbarlo. La presión del señor sigue vigente, y me noto cada vez más débil. Esto no pinta bien.

[Loot] En la sala encuentro un zurrón que podré usar como bolsa. Si tuviese con qué llenarla…

[Sala V] Este lugar debía de ser el laboratorio del alquimista. Está lleno de estanterías vacías, tuvo que largarse con rapidez, debía huir del carnófago, o algo peor… Un brillo morado late detrás de una de las vacías estanterías. Detrás hay un doble fondo; tres cristales de vinculación… Con ellos podré saber qué son estos guantes y si pueden resultar útiles. Gracias, amigo.

Mientras recorro los oscuros y eternos corredores de la necrópolis, la oscuridad se vuelve densa, tanto que me impide respirar ni avanzar. Quedo atrapado por las sombras, que me empiezan a rodear, y sé que es mi fin…

Sin embargo, cuando creo que voy a perder el control por completo, consigo fuerzas para golpearme con fuerza la cabeza con la clava y recupero mi consciencia de mis alrededores. Esas sombras nunca se han movido más que al son de la tenue llama que brilla en mi antorcha… espero.

[Sala 6] Esta pequeña esquina es el hogar de otro carnófago. Pilas de huesos y carne podrida a medio devorar cubren la negra piedra. Noto cómo mi forma de combatir es más desesperada ahora que cuando llegué aquí. Estoy menos a la defensiva, más dispuesto a que corra la sangre. ¿Será por la influencia del señor del dominio?

[Loot] Entre los restos del suelo un brillo morado me alerta de otro cristal de vinculación. Debería encontrar un lugar donde montar un campamento y descansar.

[Sala 7] Esta estrecha cámara está llenad e afiladas estacas de hierro. Intento esquivarlas, pero entre el cansancio y la depresión que cubre este lugar, consiguen abrirle una herida en la pierna. Esta es fea… No deja de sangrar. Es imperativo que monte campamento y trate de cerrarme la herida.

En un corredor cercano decido montar campamento. Es fácil de atrincherar, la sala de las estacas queda a un lado, y consigo barricar el otro lado del estrecho pasillo. Monto una hoguera que me permite cocinar esos ingredientes del alquimista, preparar nuevas antorchas para el día siguiente y sanar la hemorragia de mi pierna. También dedico algo de tiempo a vincularme con los guantes, percibiendo que son guantes de puño de hierro (+1 al daño con ellos). Me serán útiles para lo que viene…

[Sala VI] Con fuerzas renovadas, me adentro a la sala de donde siento que procede esa presión absoluta. Es su dominio al fin y al cabo, y su presencia recorre sus salas y corredores como la enfermedad que asoló mi pueblo. Si hay alguna posibilidad de volverles a ver, o descubir qué es ‘El Kerazi’, será pasando por encima suyo.

Al abrir la puerta, me sorprende una suerte de minotauro grotesco, probablemente perteneciente a un clan de los hombres bestias. Está babeando sangre, mientras veo otro cadáver en el suelo, reciente, que está siendo su merienda. Cierro fuerte los ojos antes de abalanzarme contra él. ¿Será este mi final? ¿O el principio?

Intercambiamos unos cuantos golpes. La bestia es mucho más rápida que yo, y es algo que infravaloro al inicio del enfrentamiento y que casi me cuesta la vida. Fallo los primeros golpes irremediablemente. Siento cómo mi cuerpo está al límite, capaz de soportar las embestidas y embites a duras penas, pero mi mente se resiente. Los rugidos antinaturales, su tamaño, la enorme hacha que blande, el olor a hierro del montón de sangre que hay esparcida por toda la sala…

Cambio de táctica. Cada vez que logro impactarle, parece que las heridas apenas le hacen rasguños, y la bestia es capaz de regenerarse rugiendo. Voy a apuntar a la cabeza. Tal vez soy capaz de asestarle un golpe lo suficientemente fuerte como para tumbarlo.

Lo intento una y otra vez. Preparo mi ataque para perforar sus defensas en cuanto las descuida, y consigo impactarle, haciéndole retroceder. Empiezo a ganar terreno.

El monstruo de encabrita, sus ataques cada vez más frenéticos. Yo asumo parte de los golpes, recibiéndolos para poder atacar también en esos pequeños momentos en los que veo una apertura en sus defensas, y golpe tras golpe, nos vamos debilitando hasta que llego el golpe fulminante.

Con todas mis últimas fuerzas, golpeo su cabeza con la clava y consigo quebrar su cráneo, que cede bajo mi porrazo, aplastando su cabeza contra el suelo. Por locura, desesperación, o una ira incontrolable, sigo golpeandole el cráneo hasta que soloqueda un amasijo de huesos y carne picada en la fría piedra.

Respirando agitadamente, miro a mi alrededor. La oscuridad parece despejarse un poco, ya no hay esa tensión. Este dominio ya no tiene señor. Sigo agotado, mi mente a punto de quebrarse, aguantando el horror a duras penas.

¿Cuán profundo es Ker Nethalas en realidad? Allí arriba ya no me queda nada. Aquí abajo… tal vez consiga reunirme con mi familia, o descubrir los secretos del Silencio, ‘el Kerazi’…


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