A continuación, tenemos la partida de Jmreli que ha jugado a Ironsworn de Shawn Tomkin y publicado por The Hills Press.
Por último, recordamos que las bases la podéis encontrar aquí.
Introducción
He utilizado el libro de Ironsworn y también me he ayudado de storycubes para inspirarme con la trama, lo estoy jugando aún y publico la segunda y de momento última entrada.
Es el tercer juego en el que me aventuro, espero que les guste y perdonen los fallos al redactarlo.
Partida
Drustan el Temible
Antecedentes
Los personajes son Drustan el temible y Kione
Drustan ha vivido mucho tiempo a la sombra de su pasado oscuro. Ha cometido actos de violencia y ha sido traicionado por aquellos en quienes confiaba. Con el peso de estos recuerdos sobre sus hombros, ha decidido que necesita encontrar un lugar donde pueda comenzar de nuevo, lejos de los fantasmas que lo persiguen. Tras ser víctima de una traición e intento de matarle. Decide huir y empezar de nuevo en otra parte.
Juramento de Huida, escapar de las sombras de mi pasado Formidable.
«Juro escapar de las sombras de mi pasado y encontrar un lugar donde pueda vivir en paz. Perseguiré la libertad y me aseguraré de que aquellos que me persiguen nunca me encuentren.»
En su camino en el primer bosque que atraviesa llamado el bosque blanco. Rescata de las garras de unos bandidos que había sido secuestrado. Y forja un vínculo con él.
Forjar un vínculo 6+1=7 5 y 6 éxitos totales juro por el hierro +2 de impulso
Se llama kione y resulto ser el hijo y heredero del señor de El anillo de Norns, mi siguiente juramento por el hierro será llevar a ese niño con su padre.
Juramento de Protección a un Niño Perdido: Problemático
«Juro proteger a un niño que ha escapado de un grupo de bandidos que lo capturó. Descubriré por qué es tan importante para ellos y lo llevaré de vuelta a su casa con su padre en El anillo de Norns.».
Tras este preludio, la aventura continua en el poblado de Feywood.
Feywood
Así pues, continuo mi viaje, esta vez acompañado de Kione, con el anillo de Norns como destino final, donde se encuentra su hogar. Pero es un camino largo.
La primera parada es el poblado de Feywood, el más cercano. Es un pequeño y humilde poblado con alrededor de 30 edificaciones, donde podremos alojarnos.
Entramos en el poblado y no vemos a nadie, todas las puertas y ventanas están cerradas. Seguimos avanzando hacia el puente para atravesar el río, con la esperanza de encontrar a alguien.
Finalmente, junto al molino, vemos a una mujer que nos mira con desconfianza. Me dirijo a ella.
—Hola, señora.
—Aquí no queremos extranjeros —me responde.
—Solo estamos de paso, no causaremos problemas, solo queremos encontrar un sitio donde pasar la noche.
—Sigan adelante, encontrarán una taberna que también es una posada.
—Gracias, señora.
Seguimos las indicaciones hasta encontrar la taberna. Al entrar, notamos que es, sin duda, una de las estancias más amplias del poblado, con unas ocho mesas, de las cuales dos estaban ocupadas.
Nos acercamos a la barra, que era atendida por una mujer corpulenta, vestida con un pulcro delantal blanco.
—Buenas, caballeros, ¿qué se les ofrece? —nos pregunta.
—Queremos algo de comer y un sitio donde pasar la noche.
—Están en buen lugar para ambas cosas. Tomen asiento en una de las mesas, pero vayan con cuidado con los vecinos, aquí no agradan los extranjeros.
—Ya nos dimos cuenta, gracias por la advertencia.
Poco después, nos trajeron la comida, que devoramos con avidez, pues estábamos muy hambrientos.
Más tranquilos pudimos observar a los ocupantes de las otras mesas.
En una de las mesas, se encuentra un grupo de campesinos locales. Visten ropas sencillas y gastadas por el trabajo en los campos. Sus manos están curtidas y sus rostros muestran las marcas del sol y el esfuerzo diario. Conversan animadamente sobre la cosecha, el clima y las tareas que les esperan al día siguiente.
Uno de ellos, un hombre mayor con barba canosa y mirada sabia, cuenta historias de tiempos pasados, captando la atención de sus compañeros. A su lado, una joven mujer escucha con interés, aprendiendo de la experiencia de los más viejos. Un par de niños juguetean cerca de la mesa, riendo y corriendo, ajenos a las preocupaciones de los adultos.
En la otra mesa, se sienta un grupo de eruditos, fácilmente reconocibles por sus túnicas largas y sus libros esparcidos por la mesa. Su conversación es más tranquila y reflexiva, discutiendo temas de filosofía, ciencia y literatura. Algunos de ellos toman notas en pergaminos, mientras otros consultan antiguos volúmenes llenos de conocimiento.
Uno de los eruditos, un hombre de mediana edad con gafas y una barba bien cuidada, lidera la discusión, exponiendo teorías y planteando preguntas a sus compañeros. A su lado, una mujer con aire de intelectualidad escucha atentamente, añadiendo sus propios comentarios y preguntas al debate. Su presencia en el poblado de Feywood es algo inusual, y algunos lugareños los observan con curiosidad.
Después de terminar nuestra comida, uno de los eruditos se nos acerca y nos invita a unirnos a su mesa. Con curiosidad, aceptamos la invitación y nos sentamos con ellos.
—Buenas noches, viajeros —nos dice el erudito de mediana edad—. Nos ha llamado la atención su llegada al poblado.
—Buenas noches. Sí, estamos de paso y nos dirigimos al anillo de Norns —respondo.
—Fascinante. Pero quizás antes puedan ayudarnos con un problema que tenemos aquí en Feywood —interviene la mujer erudita.
—¿De qué se trata? —pregunta Kione, interesado.
—Recientemente, han desaparecido varios objetos valiosos de las casas de los aldeanos. Creemos que hay un ladrón entre nosotros, pero nadie ha podido atraparlo. Necesitamos la ayuda de alguien con buen ojo y habilidades deductivas para resolver este misterio —explica el erudito de mediana edad.
—Hemos descubierto algunas pistas que nos llevan a pensar que el ladrón podría estar escondiéndose en el molino o en la taberna misma —añade la mujer erudita—. Pero no podemos realizar una investigación formal sin levantar sospechas y alertar al ladrón.
—¿Nos ayudarían a descubrir quién es el culpable y recuperar los objetos robados? —pregunta el erudito de mediana edad, con un tono de urgencia.
Kione y yo intercambiamos miradas, sintiendo la emoción de una nueva misión.
—Claro, estamos dispuestos a ayudar —respondo—. ¿Cuál es el primer paso?
Los eruditos nos entregan un par de listas con los objetos desaparecidos y las horas aproximadas de las desapariciones. Con esta información, decidimos descansar esa noche y a la mañana siguiente comenzar la investigación.
Reunir información tira + mente 4+2 =6 4 y 10 éxito parcial +1 de impulso pregunta al oráculo
El día comenzó con la tarea de hablar con los aldeanos. Al principio, parecía que estábamos perdiendo el tiempo; los primeros con los que hablamos no nos dijeron nada. Pero finalmente, un aldeano mayor que habíamos visto antes en la taberna, nos confesó que conocía los robos por sus vecinos: a uno le robaron un cuchillo heredado de muchos años de antigüedad, a otro un viejo yelmo, a una vecina un broche con un escarabajo, y a otro una copa de plata. Esto era lo que él sabía, pero seguramente había más.
Nos dijo que en el poblado desconfiaban de los extranjeros porque sospechaban que uno de ellos fuese el ladrón. Al preguntar cuándo se cometieron los robos, nos explicó que aprovechaban las horas en que los habitantes estaban en los campos, trabajando en las tareas de labranza.
Reunimos información sobre los habitantes que solían quedarse en el poblado durante las horas de trabajo en el campo: los trabajadores de la posada y la taberna, el tendero, un carpintero, un herrero, el molinero y otros artesanos. Además de los viajeros como nosotros, que estaban de paso.
Decidimos dividirnos y vigilar con discreción por si veíamos algo sospechoso. No vimos nada durante todo el día, pero al caer la tarde observamos algo extraño junto al molino: dos hombres hablaban medio escondidos. Luego, uno de ellos guardó algo en un saco en la parte trasera de un carro y se dispuso a salir del poblado.
Lo seguimos y conseguimos interceptarlo.
– ¡Alto! – le gritamos, y este paró la carreta.
– ¿Qué quieren? – nos preguntó.
– Estamos investigando unos robos en el poblado, ¿puede mostrarnos lo que lleva detrás?
– No tienen derecho a registrarme como a un ladrón, ustedes no son nadie – nos dijo gritando.
– Tenemos derecho, y si no lo hace por las buenas, será por las malas.
Lejos de obedecer, arrió a los caballos y se puso en marcha. Corrimos tras él y logramos subirnos al carro, derribando al conductor y deteniendo la marcha.
Registramos el carro y encontramos la copa de plata robada, el cuchillo y el viejo yelmo. Con la punta de la espada en el cuello, nos confesó que quien se las vendió fue el hijo del molinero.
Tras poner al viajero bajo custodia, nos dirigimos al molino. Aunque hubo resistencia del molinero y su hijo, logramos registrarlo y en la planta baja encontramos más objetos robados, entre ellos el broche con el escarabajo.
Entregamos al hijo del molinero y al viajero a la justicia del poblado. Tras pasar otra noche en Feywood, nos dispusimos a continuar nuestro viaje.