Maldito: La maldición del Aguijón


A continuación, tenemos la partida de Dorian que ha jugado a Maldito, el juego de rol de piratas de Kapithan.

Por último, recordamos que las bases la podéis encontrar aquí.


Introducción

Esta partida en solitario usa el juego Maldito de Kapithan.

Prólogo

¿Cuál es tu nombre? ¿Cómo eres conocido en los 7 mares?
¿Cuál es tu aspecto y el de tu tripulación?
¿Cuál es el nombre de tu barco? ¿Cómo luce?

Mi nombre es Samuel Rivera y soy el capitán del navío El Aguijón, aunque ya nadie recuerda su nombre original: La Milagrosa. Antaño un barco colorido, ahora su madera está ennegrecida y sus velas corroídas.

En mi tripulación todos tienen el aspecto de muertos —pues lo están—. Las pieles podridas y las cuencas sin ojos son la norma. Yo mismo tengo un aspecto igual o peor.

¿Por qué estás maldito?
3. Pactaste con el diablo.

Hace 38 años hice un pacto con el Gran Ahogado. Fuimos acorralados por la Armada de Barlovento. Ofrecí mi alma y la de los míos a cambio de una victoria imposible. Ganamos, pero ahora nuestras almas están ligadas al barco.

¿Qué pondrá fin a tu maldición?
5. Liberar ¿Qué/Quién?

Todos queremos algo, incluso el Gran Ahogado. Alguien en su caso. En algún lugar, en una prisión más oscura que el abismo, hay un ser al que el Gran Ahogado ambiciona. Nadie sabe con seguridad si se trata de un ser querido o un enemigo acérrimo; pero si lo liberamos, podremos negociar nuestra absolución.

Acto I

Estoy solo en mi camarote. La madera cruje con cada vaivén del barco, las velas rechinan como un lamento lejano. Varios mapas de distintas épocas cubren la mesa. Miro una botella de ron que ya no me embriaga y recuerdo mi vida antes de la condena, cuando si podía tomar un trago y saborear la comida.

Ensimismado, hago girar un doblón entre mis dedos. De pronto, la puerta se abre bruscamente y me saca de mis pensamientos. Desconcentrado, se me cae la moneda a la mesa, donde se posa mostrando cara. En la puerta se encuentra un marinero, ansioso aunque su rostro no pueda expresarlo.

—¡Capitán, la encontramos! Las Corrientes de Sangre que llevan a la Isla Innombrable.

Acto II

Sujeto el timón con todas mis fuerzas para mantener el rumbo. Sé que el viento es fuerte por como golpea las velas y los ropajes, pero no lo siento en el rostro. En su momento lo odiaba, ahora creo que compensa si también permite disfrutar de una brisa refrescante.

Navegamos hacia las Ruinas Innombrables, donde las leyendas dicen que las primeras criaturas del océano fueron encadenadas.

Cuando llegamos no parecen más que ruinas devoradas por el tiempo. Esperaba algo menos enigmático, tal vez una enorme montaña con forma de calavera como en los folletines de piratería. ¿Qué he de hacer ahora? Busco entre mis bolsillos una moneda. No es la mejor forma de decidir las cosas, pero estoy harto de la responsabilidad que conlleva ser capitán. Lanzo la moneda al aire y la atrapa en su camino de vuelta. Cruz.

Las ruinas están vacías, pero logro ver escombros extraños en la orilla. Me sirvo de mi catalejo para averiguar de que se trata y descubro que son restos de naufragios. No somos los primeros en venir.

Acto III

Gritos, humo, sangre y destrucción. Cañonazos, abordajes, descontrol. Estamos en medio de una batalla naval contra un barco sin nombre.

¿Luchamos o nos marchamos? Que la moneda decida por mí… cara. Los destrozamos. Al fin y al cabo nosotros no podemos morir.

Cuando se despeja el humo de los cañones descubrimos que tanto el navío como su tripulación están compuestos por los restos de la playa. Una amalgama de madera podrida, huesos y metal oxidado. ¿Protegían algo o solo buscaban causar el dolor?

Acto VI

Estamos en un lugar misterioso y extraño: un remolino inmóvil en medio del océano. Resulta que la prisión no es de piedra ni de metal. Por lo que logramos averiguar, las Ruinas Innombrables no eran el destino, sino el mapa.

Al fin estamos en nuestro destino. La tripulación se reúne en la cubierta. Tienen muchas preguntas. Saben que hay que hacer, pero no quienes serán. Creen que lo más justo sería dejar que lo decida un doblón. La mitad de la tripulación que eligió cruz se preparaba para bajar con los botes.

Estando ya en los botes pasa lo peor. La vorágine parece detenida en el tiempo; pues no la vemos moverse ni oímos el atronador sonido que debería causar. Aun así, tira de los botes y el barco. Por más que luchemos contra la corriente, nos acaba absorbiendo.

Acto V

Para bien o para mal estamos dentro del abismo. Solo nos queda encontrar a quien quiera que sea que busca el Gran Ahogado.

De la oscuridad aparece una figura que bien parece un esqueleto cubierto con piel. Está tan falta de carne que, pese ir desnuda, no notamos que es una mujer hasta oír su voz.

—Sé quienes sois y lo que pretendéis.

—Magnífico. Yo no tengo ese placer. ¿Quién eres tú? —pregunto.

—Soy lo que guarda y lo que abre. La prisión y la llave.

—El Gran Ahogado… —mi voz se quiebra—. ¿Qué guardas que es de su interés?

La figura ladea la cabeza como un perro ante la osadía de mi pregunta, pero al hacerlo el que se siente como un chucho soy yo. Chasquea sus huesudos dedos y aparece un dado.

—Veamos si la suerte está de tu lado.

Sin más que decir, me limito a asentir. Ella lanza el dado y este rueda durante unos segundos eternos.

Cinco. No será esta vez. Pasarán décadas o siglos hasta tener una nueva oportunidad.

Antes de que pueda responder, la figura desaparece y la oscuridad lo llena todo. Cuando la negrura se esfuma estamos de vuelta en El Aguijón y sé que nuestra maldición sigue. No será esta vez, pero cejaremos hasta romper la maldición.


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