Ironsworn: La Canción de Yugnir el Guerrero-Bardo


A continuación, tenemos la partida de Guille Tormo que ha jugado a Ironsworn de Shawn Tomkin y publicado por The Hills Press.

Podéis seguir sus creaciones en Instagram.

Por último, recordamos que las bases la podéis encontrar aquí.


Introducción

El juego que he utilizado para esta partida es Ironsworn, y también he empleado como complemento el UNE (The Universal NPC Emulator).

Resumen

«El viejo guerrero Yiugnir busca descubrir el paradero del hijo de su antiguo Jarl, a quien juró servir y que murió asesinado.

Pero su camino se ve interrumpido por una sanguinaria secta que sirve a un dios oscuro del mar y que se ha apoderado de un pueblo cercano. 

Yiugnir ha jurado acabar con el líder de este malvado cónclave y, para ello, necesitará la ayuda de una misteriosa bruja del mar.

¿Logrará derrotar a estos oponentes y continuar con su búsqueda, o el guerrero-bardo se está enfrentando a fuerzas contra las que no se puede ganar?»

Partida

Mi personaje: Yugnir el Guerrero-Bardo

Heart: 3   Edge: 2   Iron: 2   Wits: 1   Shadow: 1
Soy un guerrero veterano y poseo un fuerte sentido del honor y del deber. También tengo afinidad por la música y la poesía, lo cual me ayuda a congeniar con la gente.

Sin embargo, tiendo a ser orgulloso e impulsivo. Prefiero afrontar los problemas de frente, lo que a veces me pone en situaciones comprometidas.

Recursos: Dancer (Renombrado a Músico), Honor bound, y Sword Master

Equipo: Aparte de mi equipo básico, llevo una espada de hierro, una armadura acolchada y un emblema metálico de la familia Falcón Blanco. Pero mi posesión más preciada es mi bandurria, que siempre llevo al hombro.

Mis verdades

  • El viejo mundo: El Imperio del Viejo Mundo intentó colonizar las Tierras del Hierro, pero fracasó debido a sus propias inestabilidades internas, así como a la hostilidad del clima y el terreno.
  • Legado: Somos descendientes de colonos enviados para asentarse en el Continente del Norte. Había de todo; desde ambiciosos aventureros hasta gente desesperada dispuesta a probar suerte en el Nuevo Mundo.
  • Comunidades:Vivimos en comunidades llamadas círculos, asentamientos que varían en tamaños y en forma; desde haciendas familiares, hasta grandes fortalezas, e incluso pueblos nómadas.
  • Líderes: Desde la disolución de las colonias originales, han surgido todo tipo de caciques y reyes autoproclamados.
  • Artes místicas: La magia es rara, impredecible y peligrosa. Solo algunos individuos poseen “el don”, y son capaces de esgrimir su poder. Los practicantes de la magia son temidos y normalmente viven al margen de la sociedad 
  • Religión: Muchos aún veneramos a los dioses del Viejo Mundo, pero otros han sentido la llamada seres antiguos que yacen dormidos en los Yermos de la Devastación o en lo más profundo del Mar Septentrional. Se han propagado diferentes credos que veneran a estos dioses re-descubiertos. 

La Canción de Yugnir: 

Mi nombre es Yugnir, durante muchos años serví a mi señor Cerac Falcon Blanco, el Jarl del círculo del mismo nombre, ubicado en el Refugio, como tantos otros.

A diferencia de muchos otros reyezuelos de estas tierras baldías, Cerac era un monarca justo, y querido por sus vasallos.

Yo era el capitán de los guardias del Jarl, y también su su guardaespaldas, en una ocasión le salvé del ataque de un oso, cosa que me dejó incluso más feo de lo que ya era.

Un dia, el Jarl se enamoró de Lady Nia, una extraña mística del Interior, y juntos engendraron un heredero Pendric un muchacho de grandes ojos grises y cabello ondulado, negro como las plumas de un cuervo. Enseñé a este niño todo lo que yo sabía sobre el manejo de la espada, y resultó ser un aprendiz prometedor. Sobra decir que me encariñe del chaval.

Aun recuerdo cuando todo acabó, pues bajo nuestras narices unos bellacos celosos del poder y popularidad del jarl tramaron un plan para asesinarlo, y usurpar su puesto. Me avergüenza admitir que algunos de mis hombres estuvieron implicados en la conspiración, pero no lo descubrí hasta que fué demasiado tarde. 

En esa fatídica noche mi señor fue asesinado, y yo a duras penas escapé con vida del círculo-fortaleza. No supe nada del muchacho Pendric ni de Lady Nia, que aún sospecho que estuvo implicada. 

Escapé a la Costa quebrada, y allí comencé a ganarme la vida como mercenario.

Ya han pasado un par de años de este suceso, pero hace poco me ha contactado una mujer llamada Estara, miembro de los Velas grises, una especie de cártel de contrabandistas.
Afirma que le han llegado noticias de una hechicera acompañada de un joven de pelo azabache se han refugiado en algún lugar de las Tierras del Hierro. Me ha prometido que me contará todo lo que sabe si le ayudo en un pequeño favor.

Hace poco ha naufragado un barco en algún lugar de las islas del escudo. Esto no es un suceso extraordinario, pero resulta que esta nave pertenece al Imperio Sureño, y hace años que no se ven esas naves tan al norte. Quiere que descubra la ubicación del barco y le traiga alguna prueba de que contiene algún tesoro, o alguna pista que indique el propósito de su viaje al Hierro. Todo esto antes de que algún otro bandido descubra el naufragio.

Por mi parte no me fío nada de esta tipa, pero la descripción que me ha dado del muchacho y la mujer es demasiado específica como para no significar algo. Voy a jurar por el hierro que conseguiré esto, espero no arrepentirme.

Lo primero que debo hacer es adquirir un barco, y el lugar más cercano para ellos es el Muelle de las Maderas. Partiré de inmediato. 

Jurar por el Hierro – Fracaso.

Muelle de las Maderas

El pueblo era un lugar mucho más miserable de lo que podría esperar, allá donde alcanzaba la mirada los edificios de madera estaban podridos y a punto de caerse, y todo apestaba a pescado y a humedad. 

Pero lo más raro de todo es que apenas se veían gente fuera de las cabañas, solo algunos hombres sentados sobre tocones mirando a la nada, y un grupo de mujeres que hablaban con voces guturales. Las pocas personas que vi tenían una pinta extraña, es difícil describirlos, pero sus ojos estaban hinchados, y parecían salirse de sus cuencas, su narices eran respingonas (algunos no tenían tabique nasal), y todos tenían una boca un poco demasiado grande para su cara.

Sin querer quedarme allí mucho tiempo más me dirigí directo al embarcadero, pero para mi sorpresa los únicos barcos que quedaban estaban atracados y no parecían estar en condiciones de navegar.

Sin muchas más opciones decidí entablar conversación con uno de esos extraños hombres en busca de alguna pista.

Reunir información – Éxito total con dobles.

Por suerte, no tuve que interactuar mucho con esta extraña gente, pues un hombre se me acercó tímidamente. Era mayor, bajito y casi sin pelo. 

– Disculpa, tu no eres de este pueblo ¿verdad? – Preguntó.

– No, no lo soy, de hecho solo estoy de paso, busco alguna forma de adquirir un barco ¿sabe de alguien que posea una nave para poder contratar sus servicios?

El hombre miró a ambos lados con nerviosismo.

– Aquí va a ser muy difícil que consiga una nave, pero creo que te puedo ayudar, sugiero que me sigas.

No sabía qué pensar de ese hombre, pero el miedo en su mirada me hizo fiarme de él.

El hombre me llevó a una casita de madera, el interior era sorprendentemente amplio, pero la decoración era austera; un lecho de paja, herramientas de pesca, y un hogar humeante en el centro. Se presentó como Mun y me contó su historia.

«Hace un par de años, un extraño culto llegó al pueblo. Se hacían llamar los ‘Oyentes del Padre Mar’ y prometieron traer pesca y prosperidad a la aldea, si se les permitía realizar sus rituales en paz. Y lo cierto es que, al principio, así fue: los meses siguientes los mares estuvieron muy tranquilos, las redes de los pescadores volvían cargadas de peces y algunos pueblerinos encontraron tesoros valiosos en la orilla: perlas, joyas de plata y demás.»

La gente acabó aceptando a los recién llegados y se les permitió quedarse en la aldea. Esto fué un error, no solo tenían pintas raras y perturbadoras, sino que no hacían nada por ayudar en el pueblo, pasaban los días con sus ritos extraños y rara vez se relacionaban con la gente de fuera de su círculo.
Pero la cosa empeoró cuando la gente empezó a desaparecer, primero solo aquellos que hablaban en contra del culto, pero luego fueron a más. Los que no desaparecieron acabaron abandonando el pueblo. Somos muy pocos los que quedamos.”

“Hace unos meses nuestro administrador enfermó misteriosamente, y al poco falleció. Uno de los recién llegados, un hombre con pelo grasiento y ojos hinchados llamado Solan se ha auto-proclamado administrador, pues no queda nadie que se le pueda oponer.”

“Solan ha llevado el pueblo a la ruina; ya apenas salen los barcos pesqueros, dice que “El Padre Mar proveerá por sí mismo”. Está más interesado en propagar la voz de su dios que en cuidar de la gente.”

“Creo que es tarde para salvar al pueblo, pero extraño, si logras matar a ese Solan, yo mismo te ofreceré mi barca.”

Sobra decir que quedé impresionado por la historia de Mun, así que acepté su propuesta y juré por el hierro.

Jurar por el Hierro – Éxito parcial. 

El Salón Espinoso

Desconozco qué cualidades posee este tal Solan, pero lo único que estoy seguro, es que él es solo un hombre y mi espada podrá con él. Pero sería prudente aprender más de mi enemigo antes de enfrentarme con él.

Mun no sabe casi nada de los Oyentes, a parte de lo que ya me ha contado. Pero según él, el culto suele congregarse en la posada del Salón Espinoso. Empezaré allí mi búsqueda.

De camino, un par de guerreros se me acercaron, tenían la misma pinta extraña que otros pueblerinos del lugar, pero estos estaban enfundados en armaduras y llevaban un escudo insignia en forma de sierpe marina mordiéndose la cola.

Decían que eran hombres del administrador, y me acusaron de perturbar la paz en la aldea, por lo que querían que les acompañara.

Yo les dije que solo estoy en el pueblo de paso y que me iría en breves, les pedí disculpas por cualquier molestia causada. Mientras decía esto, disimuladamente, agarraba el pomo de mi espada.

Persuadir – Éxito total.

Los hombres se quedaron un poco pasmados, no esperaban una respuesta pacífica, así que sencillamente me dejaron ir con una advertencia.

El Salón Espinoso era un lugar especialmente lúgubre, con un potente tufo a salmuera y alcohol malo. No había ni música ni entretenimiento de ninguna clase. Los pocos parroquianos que había se dedicaban a beber y comer en silencio. Yo saque mi yerba de fumar, me aparté en una mesa desde la que se veía toda la taberna, y me puse a escuchar a los pueblerinos.

Reunir información – Fracaso.

Lo que descubrí en aquel lugar me puso los pelos de punta. Los hombres susurraban oraciones extrañas, y hablaban de la grandeza del Padre Mar, parecía que allí todo el mundo estaba medio loco.
Entonces escuché la conversación de uno de los hombres, decía que ellos eran herederos de seres venidos del mar Septentrional, y que sus ancestros volverían a tierra firme a conquistarla. Decía que su líder Solan, era el más fuerte y poderoso de ellos, capaz de partir a un hombre por la mitad con sus propias manos. 

Creo que el hombre estaba hablando a sabiendas de que el estaba escuchando, como una forma de advertencia. Salí de aquel lugar inquieto, dudoso de que mis habilidades serían suficientes para derrotar a tal monstruo. 

Volví a casa de Mun muy preocupado, y le conté al anciano lo que había descubierto. El hombre parecía incluso más consternado que yo “Así que es verdad ¡No son humanos!”, el hombre no pudo contener un grito y yo hice lo posible por tranquilizarlo.

Le dije que debe haber alguna forma de destruir a este enemigo, y pregunté si conocía a alguien en el pueblo que pudiera saberlo,.

Pregunta al oráculo ¿Alguien del pueblo sabe cómo derrotar a Solan? (Improbable) – No rotundo

Me dijo muy consternado que nadie más en el pueblo tiene ese conocimiento. La única que podría saber algo es la bruja de los acantilados, una mística que vive al borde del mar. El acantilado no está lejos de aquí, pero la zona es peligrosa, y la bruja en sí se rumorea que es una devoradora de hombres.

Sin muchas más opciones, le dije a Mun que partiría por la mañana a buscar a esa bruja para pedirle ayuda.

Ataque nocturno

Esa noche decidí dormir con mi espada en mano, me encontraba en una esquina de la cabaña, tapado con mi capa, Mun dormía en el lado opuesto. De repente oí unos sonidos de pasos sobre el suelo de madera. Los intrusos intentaron no hacer ruido, pero escuché perfectamente como uno de ellos se acercaba a mi, sin duda con una daga en mano.

Me levanté de sopetón y tiré mi capa sobre mi rival a la vez que empuñaba la espada.

Crear una ventaja – Fallo.

Entrar en liza – Éxito parcial.

Mi ataque fue ineficaz, y mi enemigo apartó la tela rápidamente.Vi entonces como los otros dos cogieron a Mun. Uno lo tenía agarrado por el cuello de la camisa, mientras que el otro trataba de apuñalarlo con una daga plateada. 

Intenté zafarme de mi enemigo antes de que los intrusos pudieran hacerle daño, pero no lo conseguí y vi como al hombre le atravesaban el estómago con su puñal. A la vez otro de los asaltantes me golpeó con un garrote.

Mientras me defendía de mi agresor, los otros dos estaban jugando con la sangre de Mun; chupandola y embadurnada en el puñal,  escuché cantos profanos emerger de sus asquerosas gargantas. Furioso, intenté cargar contra ellos.

Cambiar las tornas – Fracaso.

En mi intento por atacar a mis oponentes pateé sin querer las brasas de la hoguera de la cabaña, y el lecho de paja de la esquina empezó a arder. 

4  acciones para escapar o terminar la lucha.

  1. Blandí mi espada y la clavé en el estómago de uno de mis enemigos. Le saqué las tripas cual pescado.
  2. Uno de esos cobardes me golpeó en la nuca. El fuego continuó extendiéndose.
  3. Con todas mis fuerzas, intenté ensartar a mis oponentes sin darme cuenta de que el fuego se había extendido demasiado. Mun acabó envuelto en llamas mientras gorjeaba sangre en un intento de pedir ayuda.
  4. Viéndome rodeado por las llamas, decidí que lo único que podía hacer entonces era escapar. Salté por una de las ventanas justo cuando una de las vigas se caía sobre mi.
    Afrontar el peligro – Éxito parcial.
    Esquivé el peligro, pero el impacto me cubrió momentáneamente de ascuas ardientes, pero logré sofocarlas.

Pregunta al oráculo: ¿El combate ha terminado? (50/50) – No

Logré escabullirme por los pelos de aquella cabaña ardiendo, pero para mi sorpresa uno de los atacantes emergió de las llamas. Mientras gritaba de dolor y rabia vi como sus forma ya no se asemejabab a un ser humano, sino a un extraño monstruo con ojos negros y dientes de alfiler. Mientras la criatura gritaba como un animal me llegó un hedor a pescado quemado.

Terminar la lucha – Éxito total.

Con toda mi furia di un último golpe decisivo, decapitando a la criatura.

Contemplé la casa en llamas, y pensé en aquel anciano que me ofreció cobijo, ese anciano que acaba de ser asesinado de forma brutal, sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo. Pero he jurado por el hierro que acabaré con ese bastardo de Solan, y ahora que he visto lo que realmente es, estoy decidido a hacer justicia y a vengar al pueblo de Muelle de las Maderas.

El Acantilado de las espinas

He logrado alejarme de ese pueblo maldito, y me he dirigido al Acantilado de las Espinas, el lugar donde el viejo Mut me dijo que podía encontrar a la bruja del mar.

No ha sido un trecho muy largo, poco más de dos horas, pero aquel lugar parecía otro mundo. El terreno era traicionero: las rocas erosionadas estaban afiladas como cuchillas, pero entre sus huecos anidaban las aves marinas. Sus heces y los restos de su comida, que embadurnaban las rocas, emitían un fuerte hedor. La caída hacia el océano era abrumadora y, al asomarme, vi que abajo no había sino dagas de piedra y algas putrefactas.

Por lo que me dijo el viejo, la bruja habita en una cueva en el acantilado, no me pudo contar mucho más, así que me va a tocar explorar.

Me incomoda mucho tener que recurrir a la ayuda sobrenatural, pero en vista de las criaturas que sirven al tal Solan, me aterra pensar que otros poderes malignos podría poseer. Primero buscaré una posición elevada para otear la zona.

Reunir información – Fracaso.

Después de horas explorando, y no encontré ninguna maldita cueva, al menos nigua lo bastante grande para que pudiera vivir nadie. Ya empezaba a atardecer y a punto estuve de rendirme, pero justo entonces me fijé en una luz misteriosa, una luz tenue pero cálida que provenía de un agujero en la ladera del acantilado.

Me di cuenta con asombro que esa era la cueva que buscaba ¡Y estaba en la propia pared del acantilado, no en sus alrededores!

¿Como una persona puede vivir en un lugar tan precario? Me afané para encontrar alguna ruta segura para llegar hasta esa cueva antes de que anocheciera.

Crear una ventaja – Fracaso.

Pero no hubo suerte, después de explorar el borde del acantilado durante horas lo único que encontré fueron rocas frías y puntiagudas. Y para colmo comenzó a chispear. 

Ya se ha hecho de noche, e intentar alcanzar la caverna escalando a pulso y con las rocas resvaladizas sería un suicidio, no me queda otra que acampar hasta mañana. 

Acampar – Éxito total.

Logré encontrar un recoveco seco, y encendí una fogata con madera semi podrida y un poco de yesca que llevaba encima. En ese momento, sentí una sensación reconfortante, así que hice acopio de mi bandurria y me puse a afinarla. Estos han sido unos días grises y oscuros, me vendría bien la música para recuperar mi espíritu.

Quien sabe, a lo mejor a la bruja también le gustaría escuchar un poco de música.

Talento: Músico – Éxito total.

El sonido de mi bandurria se amplificaba al rebotar entre las paredes de mi simple campamento, y por un momento me dejé llevar por la melodía. Sentí que estaba de vuelta en el caserón de Falcón Blanco, sentía el calor del hogar, el aroma de la carne asada, y las miradas expectantes de los oyentes reunidos. 

Cuando salí de mi trance sentí una presencia, y a mi lado vi sentada a una muchacha. 

Su figura era esbelta y juvenil, y su sedosa piel estaba húmeda, al igual que su cabello rubio y apelmazado. No vestía nada, excepto un manto de seda también empapado. Me miraba con enormes ojos verdes, como el mar.

– Qué melodía tan hermosa – Me susurró.

Hubo un momento de silencio mientras guardaba mi bandurria.

– Se quien eres. – Le respondí con franqueza. – He venido en busca de tus dones, pues el Pueblo del Hierro se enfrenta a una gran amenaza.

La muchacha apartó su mirada, y posó sus ojos en la hoguera.

– Típico, los hombres solo venís a buscarme cuando necesitáis algo; de lo contrario, me rechazáis y me margináis. Habla pues hombre del hierro.

– Un grupo extraño se ha adueñado del pueblo de Muelle de las Maderas – Le dije – Adoran a una entidad llamada “El Padre Mar”, han ahuyentado a la mayoría de habitantes del pueblo, y han hecho a otros desaparecer. He jurado que acabaría con su líder y devolvería el poblado a sus legítimos dueños.

– ¿Y cómo planeas hacer tal cosa? – Respondió con voz monótona.

– Me presentaré ante su líder Solan, trazaré el círculo, y le mataré en combate singular. Con su líder asesinado, confió en que el resto de sectarios se replegarán del poblado.

La mujer me volvió a mirar  con sus ojos abiertos como platos.

– ¿Y para que me necesitas entonces?

– Quiero que me concedas alguno de tus hechizos para poder derrotarlo, pues he sabido que Solan posee dones sobrenaturales. Puedo batirme en duelo con casi cualquier hombre, pero si mi enemigo tiene acceso a magias extrañas, temo que mi habilidad no sea suficiente para vencerlo. No tengo mucho que ofrecerte, pero haré lo posible por entregarte lo que me pidas a cambio.

Persuadir – Éxito parcial.

La muchacha me siguió mirando, y en ningún momento parpadeó.

– Un plan atrevido hombre de hierro, aunque arriesgado. Conozco a los sirvientes del Padre Mar; hemos compartido las mismas aguas, pero nunca hemos sido aliados. En estos últimos años, se han multiplicado demasiado, y si proliferan aún más, podrían volverse una amenaza.

Te ayudaré, pero no sin algo a cambio.

Los acólitos más poderosos del Padre Mar portan un objeto que simboliza la unión con su deidad: una corona retorcida de un metal parecido a la plata. Cuando derrotes a Solan, debes entregarme esa corona, y a cambio, te daré un veneno que te asistirá en la lucha.

– Así se hará – Respondí.

La bruja me ofreció una leve sonrisa, y se alejó de la hoguera, adentrándose en la lluvia. Me di cuenta entonces que durante toda la conversación no se había secado ni un poco. 

– Que descanses hombre del hierro, mañana te espera una batalla dura.

Dormí intranquilo aquella noche. Amanecí junto con el alba, y la lluvia ya había cesado. Noté que sostenía un objeto extraño: una caracola marina taponada con un pedazo de cuero. Al agitarla junto a mi oreja, sentí que contenía un líquido viscoso.

Ya tengo todo lo que necesito para enfrentarme al monstruo. 

Solan el sacerdote oscuro

Llegué al pueblo temprano, y me fijé en algunos de los habitantes originales, que me miraron con desasosiego.

También me di cuenta que algunos de los sectarios me reconocieron. Después de algunos improperios, no tardaron en aparecer unos guardias que me llevaron ante su líder para ser ‘juzgado’. No ofrecí resistencia. 

Crear una ventaja – Éxito total.

Me dirigían al caserón desde donde gobernaba el administrador y, de camino, abrí disimuladamente el botellín, volcando su contenido dentro de la vaina de mi espada, dejando que el veneno se deslizara por la cuchilla y la impregnara.

Me encontré ante el mismísimo Solan, reunido con sus lacayos. Era un hombre hinchado como un cadáver ahogado, con ojos saltones, y labios gordos que le impedían cerrar la boca del todo. El muy pomposo estaba ataviado con una gran capa y se sentaba en una lujosa silla a modo de trono. Sobre su cabeza reposaba una corona fea de puntas retorcidas hecha de algún metal cromado. 

Los sectarios allí reunidos no paraban de lanzarme insultos y amenazas, hasta que el Líder se dispuso a hablar.

– No deberías haber vuelto, extraño. Se te acusa de asesinar a tres hombres inocentes, y la condena por tal crimen es la muerte. ¿Acaso vienes a suplicar clemencia?

– Eso de lo que se me acusa es una falacia. El único hombre inocente asesinado ha sido Mun, el viejo marinero. Así pues, por defender mi honor y vengar la muerte de un amigo, te desafío a un duelo Solan.

Se produjo un estruendo en la sala. Todos los allí presentes soltaron alaridos desafiantes, los cuales Solan calló con solo levantar una mano.

– ¿Deseas trazar el círculo? ¿Y cuáles son tus términos?

– Si yo gano, tu gente abandonará este pueblo y no regresará jamás. Y si tu ganas, mi vida será tuya para hacer lo que decidas.

Trazar el círculo (Alarde: Combate a muerte)  – Éxito total con dobles.

Noté un murmullo entre los lacayos del administrador, habían voces indignadas, pero también se notó un tinte de duda entre ellos. 

“¡Este pueblo no es vuestro largo!” Se escuchó una voz venir del exterior de la casa, y un grupo de aldeanos se había reunido en la puerta. Por las pintas, era obvio que eran un puñado de los habitantes originales.

Se produjo un breve griterío entre los espectadores, y hasta Solan tuvo problemas para acallarlos.

– ¡Silencio de una vez! De acuerdo, acepto tu duelo, extranjero. Consideraremos esto como tu ejecución.

Rápidamente, Solan se dispuso a pelear. Se quitó la capa y sus hombres le ofrecieron su espada, tan fea y retorcida como su corona.

Aunque lo intentaba disimular, era evidente que el hombre estaba furioso. Era mi oportunidad para acabar con él.

Entrar en liza – Éxito total (Quemo impulso).

Me lancé directo con mi espada para inocular el veneno, y aunque mi golpe era bueno, mi rival me desvió con sorprendente velocidad, y contraatacó.

A medida que esquivaba sus golpes, noté un cambio espantoso en el hombre: su cuerpo creció al menos un palmo y se hinchó de forma inhumana, sus ojos se encogieron y sus dientes se volvieron los de un escualo. El cambio tan repentino me produjo un pavor desconcertante, pero apreté los dientes y seguí.

Noté que su fuerza también se duplicó de forma anormal. Empezaba a abrumarme, pero logré asestar un golpe certero en el hombro que le hizo emitir un alarido inhumano. 

Me di cuenta entonces de que sus movimientos se volvían cada vez más lentos e imprecisos “¡El veneno tiene que estar haciéndole efecto!” – Pensé. 

El hombre-bestia perdió el equilibrio momentáneamente, y aprovechando la oportunidad, atravesé su pecho de parte a parte. 

Solan cayó con un golpe seco, seguido de un silencio tenso. Todos miraron al monstruo caído, que parecía haber vuelto a su forma original. 

En ese momento, los seguidores de Solan huyeron de la sala entre alaridos confusos, y me dirigí al pueblo reunido “¡Muelle de las Maderas, ahora sois libres!”.

Cumplir un juramento – Éxito total.

La liberación del Muelle de las Maderas

Durante los días siguientes, los pueblerinos se afanaron en enviar mensajes a sus familias, informándoles que el pueblo volvía a ser suyo. Por mi parte, me adueñé de la corona del sacerdote malvado y la coloqué en un poste en el acantilado de la bruja, cumpliendo así mi parte del trato.

No me costó mucho convencer a la gente del pueblo de que me preparara un barco, que resultó ser una nave de buena calidad, con la que podría llegar al naufragio con facilidad.

Ahora que he cumplido mi juramento, por fin puedo comenzar mi búsqueda verdadera.


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