Presentamos esta partida de José Córdoba (Zeta), que ha jugado a Croquetas, un hack de Bombones, escrito por él mismo.
Si quieres estar al día de sus creaciones, puedes seguirlo en itch.io.
Recordamos que las bases la podéis encontrar aquí.
Partida
Al abrir la puerta de casa, un reconfortante aroma de croquetas recién hechas me envolvió.
El agotamiento del día se desvaneció al instante. Mi pareja se había entregado a la creación de estas delicias en mi ausencia.
Escuché el agua de la ducha.
Con paso ligero me dirigí hacia la cocina, donde un montón humeante de croquetas recién fritas aguardaba mi llegada.
Sin poder resistir la tentación, me acerqué sigilosamente y tomé una de aquellas joyas entre mis dedos.
«Una única croqueta no se notará», pensé para mí.
Al morderla, me abrasé la lengua, lo que sin duda era un merecido castigo por mi impaciencia. Acto seguido, la suave textura de la croqueta líquida se deshizo en mi boca, explotando en un torbellino de sabores que danzaban en perfecta armonía. El jamón serrano añadía firmeza al bocado y un agradable toque salado, mientras que el queso feta aportaba una nota cremosa.
Continué mi festín clandestino probando una croqueta que descubrí especialmente esponjosa, mis dedos crispados sujetaban con fuerza la encimera, tratando de aliviar sin éxito el dolor tras el ardiente bocado. La carne tierna de la carrillera se deshacía lentamente en mi boca, acompañada por la suave dulzura del puerro.
«Esta será la última», me prometí.
El exterior dorado y crujiente de la tercera croqueta se deshizo con un estallido, revelando un relleno jugoso y muy especiado. Dejé escapar un suspiro de placer apenas disimulado cuando el pollo, impregnado de un embriagador aroma a curry, se mezcló con la cremosidad de la berenjena.
Enloquecido, como en un éxtasis febril y abandonando cualquier rastro de moral o civismo.
«Seguramente alguna alimaña ha entrado en casa y devorado las croquetas», me dije a mí mismo.
Me encontraba en pleno frenesí, terminando de degustar la tercera croqueta e ideando las explicaciones más inverosímiles con las que ocultar mi indecente conducta, decidido ya a comer la cuarta, cuando súbitamente el sonido de la ducha cesó, anunciando la inminente salida de mi pareja.
Con una sonrisa traviesa y el corazón latiendo a mil por hora me retiré discretamente a la entrada, donde dando un sonoro portazo anuncié «cariño, ya estoy en casa».